Mover el cuerpo, expandir la mente: epigenética del ejercicio y salud cerebral
- Neurociencias Javeriana
- 1 jul
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Hay una danza invisible que ocurre cada vez que corremos, caminamos con decisión o simplemente respiramos más hondo: una coreografía molecular que enciende genes, libera factores de crecimiento y modifica para bien la arquitectura misma del cerebro.
Diversos estudios publicados en 2024 y 2025 han reforzado una idea fascinante: el ejercicio no solo fortalece el cuerpo, también reescribe el destino del cerebro. ¿Cómo? A través de procesos epigenéticos que activan la producción de proteínas como el BDNF (brain-derived neurotrophic factor) e IGF‑1 (insulin-like growth factor 1), dos de los grandes arquitectos de la neuroplasticidad.
Estas sustancias estimulan la formación de nuevas conexiones neuronales, favorecen la supervivencia de las células cerebrales y promueven el crecimiento del hipocampo y la corteza prefrontal, zonas clave para la memoria, la atención y la regulación emocional.
Moverse, entonces, es una forma de esculpir la mente. En cada paso acelerado, en cada gota de sudor, el cuerpo se convierte en un laboratorio dinámico que mejora la cognición, previene el deterioro y cultiva —literalmente— un cerebro más joven.
Y aunque estos descubrimientos se sustentan en datos y biomarcadores, hay algo profundamente humano en ellos: recordarnos que pensar mejor también pasa por habitar el cuerpo con alegría, con ritmo, con intención.
En un mundo saturado de pantallas y sedentarismo, la neurociencia vuelve a recordarnos algo antiguo: que en el movimiento vive la claridad.

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